En oscuras noches de un silencio lleno de dolor, te abrazaba tan fuerte como la debilidad de tu cuerpo me lo permitiese. 

 Todavía tengo recuerdos de no poder dormir mientras miraba el techo de aquella habitación, buscando la fuerza que había ya perdido. Otras veces le hablaba a mi mamá solo para distraerme un rato hasta quedar completamente cansado.

 Intentando descifrar cómo devolverte la luz de tus ojos, investigaba en mi cabeza la fórmula para hacerte feliz una vez más. 

 Me atribuía pequeñas victorias pero los fracasos me mortificaban el doble. Nunca lograba cumplir con mis propias expectativas, fui quizás en su momento demasiado pretencioso al pensar que mi mera existencia era suficiente como para que te recuperes. 

 En nuestro cumplemes me hiciste un regalo, una cajita con algunas oreos y un par de cosas que en el fondo te aterraban comer. 

 Yo confundido, con miedo, pero pensaba que el hecho de que pudieras comerlo, era mejoría. Como dije, demasiado pretencioso, demasiado inocente.

 Con el paso de los días, de las noches y de esos minutos que avanzaban en alguna especie de bucle, sentí que algo se rompió en mí. 

 Esa capa de inmortalidad que creía tener se cayó y todavía debe estar tirada en un rincón de ese inolvidable escenario.

 Supongo que fue con la fuerza del amor, el amor que juntos habíamos construido, un amor que nunca pensé posible hasta conocerte. Ese mismo amor que todavía me hace escribirte, que todavía me hace cantarte canciones aunque ya no las escuches. Habrá sido con ese amor con el que tu mirada volvió a brillar. 

 Todavía guardo una pizca de esa inocencia en mi ya cambiada visión sobre lo que me rodea.

 

mi orgullo más grande



Comentarios

Entradas populares de este blog