Hoy casi 4 de octubre de 2023
Este día fue pura tristeza, desde la mañana hasta ahora, la noche.
De por sí, durante la noche dormí mal. Tuve pesadillas, desperté múltiples veces para revisar el celular y así hasta las ocho de la mañana que fue cuando levanté. La ausencia de tu respuesta ya me hacía entrever la decisión que habías tomado, pero no quería aceptarlo.
No sabía si actuar normal como lo veníamos haciendo o ya casi no interactuar, desde la tarde del día anterior (dos de octubre) apenas me habías hablado.
Como venía diciendo, me enlisté para ir a trabajar y llegué una hora antes; seguía sin una respuesta a la gran incógnita. No fue hasta después de un rato cuando me contestaste.
Se me anudó la garganta, como dije antes, no quería aceptarlo pero tampoco lo decías. Distinto fue cuando mis ojos leyeron las palabras a las que tanto temor les tenía.
Tuve todo el día los ojos secos, llorando un par de veces en el break y en el baño. No pude casi ni hablar con mis compañeros de trabajo durante toda la jornada.
Esas fantasías que veníamos proyectando, el volver a trabajar juntos en unos días; todo se fue.
El cielo oscureció como si buscara reflejar una porción de mi tristeza, de nuevo señales, tengo que aprender a ignorarlas.
Cayeron las siete de la tarde, fiche para irme y caminé hasta la parada del colectivo. Es cómico porque tanto el colectivo que me lleva para tu casa como el que me trae para lo de mis padres, están una al lado de la otra. Y bueno, sabrás cuál tomé.
En mis auriculares sonaba en bucle nuestra canción "Riptide". Largué un par de lágrimas en el colectivo, pero con la mano en los anillos, preguntándome si estarías en tu hogar, preguntándome si al fin me iba a salir una.
Bajé del colectivo corriendo, con ilusión o lo último que quedaba de ella. De lejos vi la luz encendida, creí que era una señal. Toqué el timbre, demoraste en atender y cuando te pregunté si podías bajar me di cuenta de lo idiota que estaba siendo. Pero igualmente saqué mi anillo de la cajita, dejé solo el tuyo y escondí de nuevo la caja en la muñeca de mi campera.
A los minutos apareciste en el pasillo, toda de rosa lista para hacer un nono.
Me abriste y me invitaste al pasillo para no mojarme, seguía lloviendo. Fue ahí cuando toda la ilusión desapareció, se apagó.
Intenté contarte sobre mi plan, pero con la cabeza me diste a entender que no ibas a aceptar.
Hoy casi cuatro de octubre de dos mil veintitrés, un día triste. Nadie nunca lo sabrá, nadie nunca lo recordará, pero fue un día triste.
No sé si sea abusivo, manipulador o narcisista. Tengo conflictos en mi personalidad, tristemente para nuestra relación, te afecta y te hace sentir encerrada en un lugar donde no deseas estar.
Siento que nunca fuiste realmente feliz conmigo porque en realidad siempre fui de esa manera; pero ya no importa nada de eso, ahora voy a dar todo de mí para cambiar, para dejar de ser esas cosas que mencioné antes. Voy a empezar terapia, me voy a mantener alejado de tus redes sociales y voy a enfocarme en seguir ahorrando dinero.
Prometo que si volvés a aparecer como lo hiciste estos días, te propondré matrimonio.
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