Érase una vez una típica familia con unos típicos padres y una típica hija

Para esta familia todo era típico: su rutina, sus charlas, sus vacaciones y sus historias. 

La pequeña familia estaba conformada por tres integrantes: la madre llamada mama goja, el padre llamado papa magon y la hija llamada Dulce. 

Su rutina era llevar a Dulce al colegio y disfrutar de la simpleza que tenían en su día a día, en algún momento todo era nuevo y se llenaban de felicidad con las pequeñas cosas que iban sucediendo como ver sus primeros pasos, escuchar sus primeras palabras, incluso turnarse para cambiarle el pañal; ya lejos de esos días, ahora restaba llenarla de buenos momentos y educarla lo mejor posible.

Bueno, quizás haya mentido cuando dije que todo era simple o bueno, en realidad no tanto... 

No siempre todo fue tan simple y tan cotidiano como lo describo en el presente, de hecho en el pasado las cosas fueron más que complicadas.

En algún momento mama goja estuvo muy mal de salud, realmente mal, tanto así que papa magon no tuvo muchas esperanzas de que las cosas mejorasen para ellos, pero con paciencia lo hicieron.

En algún otro momento ambos papas estuvieron alejados el uno del otro, una época triste, llena de soledad, porque en el fondo ambos se añoraban noche y día, pero les costaba mucho volver al punto donde estaban antes de toda esa distancia. Para hacerlo un poco más fácil de entender, digamos que estiramos mucho mucho mucho una misma pelota de plastilina; en algún momento va a ceder, y cuando lo haga, para que se vuelvan a pegar y vuelva a ser una masa homogénea, habría que amasar bastante.

El tiempo avanzaba para ellos, cada tanto volvían a verse seguido y las cosas parecían mejorar, parecían volver a encaminarse, pero pasaban un par de días y recaían.

Meses papa magon esperó a mama goja. En su corazón ella seguía teniendo ese lugar especial que él le había guardado, y se aseguraba de que ella lo supiera en esos momentos que volvían a compartir tiempo juntos. 

No había nadie tan especial como mama goja, nadie que lo conociera tan bien y que lo hubiera aceptado con sus defectos y con sus virtudes, por eso su corazón le correspondía. 

Algún día papa magon y papa goja se reencontraron, esta vez para concretar su amor verdadero, se casaron y fueron tan felices como siempre lo habían soñado.


Algún otro día este cuento va a ser leído en presente para Dulce, con mama goja durmiendo en la habitación porque esta muy cansada y yo intentando ayudar a dormir a nuestro hermoso bebito. 

Algún otro día, hoy todavía no.


algún día


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